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¡Sólo con agua no es suficiente!

Para un deportista, cualquier ejercicio que realiza necesita una hidratación apropiada, que influirá directamente en el rendimiento.

 

La evaporación del sudor desde la superficie de la piel es un poderoso mecanismo de enfriamiento que permite liberar el calor producido por el trabajo muscular.

 

Por tanto, el reemplazo del líquido perdido por el sudor es un aspecto fundamental a la hora de realizar una actividad física.

 

Hasta hace poco los médicos, entrenadores e incluso los propios deportistas, recomendaban ingerir la mayor cantidad posible de agua para evitar a toda costa la deshidratación. Recientemente, los médicos recomiendan limitar la hidratación debido a los potenciales peligros que ocasiona la hiper-hidratación.

 

Por consiguiente, estamos ante un arma de doble filo: por una parte, es conveniente beber suficiente líquido durante el ejercicio para prevenir la deshidratación y, por otra, no ingerir demasiado pues podría causar un problema potencialmente peligroso: la hiponatremia.

 

Así, ¿cuál es la actitud frente a la hidratación para minimizar la aparición de una deshidratación e hiponatremia? La respuesta radica en determinar las necesidades individuales de líquido y luego elaborar un protocolo basado en esas necesidades individuales en la que además del agua se tengan en cuenta los minerales y electrolitos imprescindibles para la rehidratación. Este es un proceso simple que puede potenciar la ejecución de un ejercicio y reducir cualquier riesgo potencial de una hidratación inapropiada.

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